lunes, 7 de diciembre de 2009

Aminattou Haidar y nuestra deuda con el Sahara


Estoy siguiendo muy en la distancia la crisis (otra vez, la palabra más gastada de nuestro diccionario) que está ocasionando la expulsión de esta activista saharaui.

Hay varios debates al respecto. Por mi parte me uno a los que admiran a las personas que luchan pacíficamente por una causa. No quiero juzgar si es aceptable sacrificar la propia vida, pero ir más allá de la seguridad y la salud privadas, siempre de un modo pacífico, por un objetivo colectivo, por un pueblo o por unos derechos me parece loable. Este valor es una de esas cosas que no se pueden comprar ni vender.

Por otro lado, el Estado Marroquí ha abusado de la amistad del Estado Español. Literalmente, nos han empaquetado a esta mujer, nos han amenazado con tensar las relaciones, han denunciado un intento de romper la unidad de su país (debate en el que España, como nación no debe entrar) y han eludido todas sus responsabilidades. El problema ya no es suyo...

¿La labor de gobierno? Creo en la buena fé cuando la dejaron entrar. Pero les está faltando firmeza, y les está sobrando cuidado y respeto. Nuevamente no hemos llamado a las cosas por su nombre. "La admitimos sin pasaporte y ya está" y "ahora vamos a solucionar el tema con nuestros amigos, con respeto, pero sin permitir prepotencias". Nadie habla de romper relaciones, pero entre amigos también hay espacio para llamar al orden ante los abusos.

No conozco las leyes marroquíes, pero dudo que la negación en documento administrativo de la nacionalidad marroquí (parece ser que éste es el problema) esté penado con la expulsión administrativa del país, el destierro forzoso y la pérdida del pasaporte de un modo definitivo. Marruecos debe ser respetado, pero en ningún caso deben permitírsele caprichos como éste, que dudo esté recogido en sus leyes, ni, por supuesto, en los tratados internacionales.

Queda claro que el Sahara sigue siendo una herida abierta, desde que con el Viejo muriéndose, España decidió entregar el territorio, por miedo a la marcha verde. Nos olvidamos de nuestra responsabilidad y hoy tenemos la imagen de esta valiente mujer en una silla de ruedas en Lanzarote y la de los campamentos de Tinduf totalmente llenos de refugiados.

Confío en que el problema se afronte como es debido y de un modo inminente, puesto que la vida de una persona y el estado de su familia está en juego. Me sumo, por tanto, a los que piden por la vuelta incondicional de Aminattou Haidar a El-AAiun, a su hogar.

Un saludo

Jesús (a.k.a. Abu)

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