Abandonado tengo a mi pequeño blog social y no por falta de ganas, pero el tiempo... en fin. Con esto del cambio de oficina, el metro se hace forzoso si se quiere ahorrar dinero y cabreo interatascos, así que poco a poco voy recuperando la lectura.
En este caso quiero volver a reflexionar sobre la memoria histórica, pero con los nuevos conocimientos que me han llegado gracias a la lectura de Trece rosas rojas de Carlos Fonseca y de La mujer del maquis de Ana R. Cañil.
Ahora que seguimos descubriendo que los niños bien del pasado se destapan como viejos nostálgicos del franquismo (lo siento sr.Mayor Oreja, al César lo que es del César, sus reinvidicaciones me dan verdadero asco y más cuanto más conozco de esos "viejos y apacibles" tiempos") es cuando se hace imperioso el conocimiento de las miles de historias que el olvido se está comiendo.
A los que fusilaron con juicios-tropelías, casi les hicieron un favor. Sólo tuvieron que pasar interrogatorios sin ninguna protección ni derecho, en las que las torturas eran un trámite más. Un pequeño período de cárcel, para tras la llegada de la pena capital, pasar a pensar cuando llegaría el funesto día. Esa fue la realidad de miles de españoles. No hubo clemencia en casi ningún caso, no hubo búsqueda de reinserción, ni voluntad de construir una nueva España para todos los españoles. Sólo una revancha tan pueril, como destructiva.
"Los rojos hubieran hecho lo mismo"... ya ni respondo a esta lamentable frase. ¿Para qué?
Pido disculpas al que me lea por haber hablado de favor. La verdad es que es la parte de la posguerra que más sangra, con la de los desaparecidos. Aquellos a los que se llevaron a dar el paseo y que andan por algún monte, alguna cuneta o alguna tapia de cementerio... Pero de algún modo tengo que destacar el descubrimiento (realmente no ha sido tal, pero sí debo reconocer que a mis 35 no esperaba esta crudeza) de la realidad de los que no fueron fusilados. Las trece rosas rojas lo muestra en paralelo a las protagonistas (cosa que no hace la adaptación cinematográfica) pero sí, la mujer del maquis.
Es la historia de aquellos que colaboraron o que se expresaron sin ser activistas o dirigentes políticos. También aquellos que tenían un huido entre sus familiares y conocidos o simplemente vivían en un sitio "estratégico". Todos ellos fueron interrogados, torturados y encarcelados con la misma periodicidad del que va al dentista.
Veinte años parando sus vidas y volviendo a retomarlas casi de cero una y otra vez. El fusilamiento en vida y además constante. Muchos de ellos aún hoy no se atreven a contar sus experiencias, incluso llegando a negarse a disponer del privilegio que da la democracia de hablar de política. Y ya han pasado 35 años en la piel de toro de la muerte del viejo...
Mi más sentida recomendación, para el que me lea, de que encuentre estos libros y los estudie. Eso no se puede borrar de la historia ni se debe permitir que se intente. En ningún caso vale el "eran otros tiempos". Hay quien dice que el problema está en las indemnizaciones. No sé ni cómo se podría valorar treinta años de abusos, destierros, penalidades, torturas... ni creo que esa pobre gente las pidiera a estas alturas. No sé si el reconocimiento les puede parecer suficiente.
El mio, sin duda, lo tienen.
Un saludo
Jesús (a.k.a. Abu)
En este caso quiero volver a reflexionar sobre la memoria histórica, pero con los nuevos conocimientos que me han llegado gracias a la lectura de Trece rosas rojas de Carlos Fonseca y de La mujer del maquis de Ana R. Cañil.
Ahora que seguimos descubriendo que los niños bien del pasado se destapan como viejos nostálgicos del franquismo (lo siento sr.Mayor Oreja, al César lo que es del César, sus reinvidicaciones me dan verdadero asco y más cuanto más conozco de esos "viejos y apacibles" tiempos") es cuando se hace imperioso el conocimiento de las miles de historias que el olvido se está comiendo.
A los que fusilaron con juicios-tropelías, casi les hicieron un favor. Sólo tuvieron que pasar interrogatorios sin ninguna protección ni derecho, en las que las torturas eran un trámite más. Un pequeño período de cárcel, para tras la llegada de la pena capital, pasar a pensar cuando llegaría el funesto día. Esa fue la realidad de miles de españoles. No hubo clemencia en casi ningún caso, no hubo búsqueda de reinserción, ni voluntad de construir una nueva España para todos los españoles. Sólo una revancha tan pueril, como destructiva.
"Los rojos hubieran hecho lo mismo"... ya ni respondo a esta lamentable frase. ¿Para qué?
Pido disculpas al que me lea por haber hablado de favor. La verdad es que es la parte de la posguerra que más sangra, con la de los desaparecidos. Aquellos a los que se llevaron a dar el paseo y que andan por algún monte, alguna cuneta o alguna tapia de cementerio... Pero de algún modo tengo que destacar el descubrimiento (realmente no ha sido tal, pero sí debo reconocer que a mis 35 no esperaba esta crudeza) de la realidad de los que no fueron fusilados. Las trece rosas rojas lo muestra en paralelo a las protagonistas (cosa que no hace la adaptación cinematográfica) pero sí, la mujer del maquis.
Es la historia de aquellos que colaboraron o que se expresaron sin ser activistas o dirigentes políticos. También aquellos que tenían un huido entre sus familiares y conocidos o simplemente vivían en un sitio "estratégico". Todos ellos fueron interrogados, torturados y encarcelados con la misma periodicidad del que va al dentista.
Veinte años parando sus vidas y volviendo a retomarlas casi de cero una y otra vez. El fusilamiento en vida y además constante. Muchos de ellos aún hoy no se atreven a contar sus experiencias, incluso llegando a negarse a disponer del privilegio que da la democracia de hablar de política. Y ya han pasado 35 años en la piel de toro de la muerte del viejo...
Mi más sentida recomendación, para el que me lea, de que encuentre estos libros y los estudie. Eso no se puede borrar de la historia ni se debe permitir que se intente. En ningún caso vale el "eran otros tiempos". Hay quien dice que el problema está en las indemnizaciones. No sé ni cómo se podría valorar treinta años de abusos, destierros, penalidades, torturas... ni creo que esa pobre gente las pidiera a estas alturas. No sé si el reconocimiento les puede parecer suficiente.
El mio, sin duda, lo tienen.
Un saludo
Jesús (a.k.a. Abu)
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