jueves, 30 de octubre de 2014

Independencia, consultas, Catalanes... y espero que sin moralinas


Hace mucho que me di cuenta que algo se rompía entre España y eso que dan en llamar los nacionalismos periféricos. Si hay alguien en Cataluña, País Vasco, Galicia, Andalucía... que hable mucho rato de lo distintos que son, de lo mala que es España, tampoco falta aquel que suelta esa dualidad incongruente "no son españoles, son hijos de tal", "que se jodan, que están en España". Con esos mimbres y añadiendo la famosa crisis actual...

Me preocupan muchas cosas. No voy a decir lo que los catalanes pueden perder. Porque si se da la independencia, perderemos todos y por mucho que nos pongamos dará igual quien pierda más. Porque seguramente los que vamos a perder más, no van a ser ni catalanes solo, ni el resto de españoles (actuales o momentáneos, lo que vds. gusten). Todos los que no nos vamos a significar, los que no vemos sentido en tomar partido, los que se vean en obligación constante de retratarse a cada paso.

Y estos últimos, más que nadie. Escuchaba el otro día a Carles Francino "estar harto y cabreado de sentirme escrutado". Y me imagino, porque ha pasado muchas veces, a todos aquellos catalanes a los que se pide retratarse sobre este tema, o sacarse las oposiciones de españolidad. Lo más fácil es irse a los deportes y ver como jugadores catalanes que llevan una lista impresionante de partidos con la s selecciones españolas deben cumplir con esa oposición. No digamos ya, aquel que sea catalán y en su ámbito doméstico, utilice su lengua (me imagino que habrá castellano parlantes residentes allí, que tendrán la misma cruz).

Pero vamos con la consulta, sea buena (referendum) o alternativa (vamos, la que supuestamente queda ahora). Ya ha conseguido una cosa. Sabemos que no hay voluntad de acuerdo al respecto. Tengo mis serias dudas de que se consiga nada más. En ningún caso será vinculante, ni para el gobierno catalán. Y seguramente no ofrecerá ninguna información que no sepamos, ni siquiera como encuesta a lo grande, a ver quién participa finalmente.

¿Paralelismo con el caso escocés? Seguramente el gobierno británico accedió al referendum vinculante porque se vio sobrado, pero aunque no hubiera sido así, se ha visto una voluntad de acuerdo, se han ofrecido alternativas y ha habido un debate democrático, no una mera descalificación de actitudes o personas. Se mentó el miedo, el caos, la destrucción... pero se cumplió con la democracia y previamente todos prometieron respetar el resultado. Toca ver cómo se sustancian las reformas ofrecidas a Escocia.

Con estos mimbres, yo no me atrevería a sacar conclusiones para Cataluña y España. Veo muchos déficits y me preocupa que en ambos lados el planteamiento carece de honestidad, objetividad y sobre todo de rigor. Creo firmemente que no hay un pacto institucional de explicar con mesura y seriedad lo que hay, lo que se puede ganar y lo que se puede perder.

Sobran planteamientos tremendistas, elucubraciones sobre lo que harán los organismos internacionales o las consecuencias económicas.

Seamos serios. Mi conclusión es que en todos los ámbitos se está generando una huida hacia adelante, una cortina de humo que tape otros problemas. Y no hablo sólo del 3% o de Pujol ni de los problemas de CiU solamente. Sacar la roja y gualda y ser el garante de la unidad también sirve para hacer olvidar cosas. Veo en mi gobierno total inacción para abordar el futuro, salvo para plantear recursos de inconstitucionalidad.

Termino. Nuestra Constitución se acerca peligrosamente a los 40 años y nuestro modelo de estado requiere urgentemente darle una vuelta de lo más seria. Reivindicarla en cada petición de cambio no va a valer eternamente.

Un abrazo

Jesús (a.k.a. Abu)

jueves, 16 de octubre de 2014

Sobre la desigualdad (mi aportación al blog action day 2014)


Qué bonito. Hoy vuelvo a sumarme al blog action day y toca escribir sobre la desigualdad. Como si fuera fácil. Un par de generalidades y tira millas. 

Pero no, nuestra amada crisis ha conseguido algo que para muchos que se dicen liberales, era el gran objetivo. Sálvese quien pueda. Eso es lo que está triunfando hoy en día. Es quizá este momento histórico, el propicio para la protección del desfavorecido. Que aquel que pueda aportar a la sociedad desde la humildad o, yendo más allá, desde la pobreza extrema, sea apoyado.

Pero no. Ante esta crisis, mi gobierno y otros muchos lo único que aportan son peajes y dificultades. Nos venden que de esa forma el estado se fortalecerá, que las políticas de austeridad son una revisión y un abandono de los lastres y el despilfarro, pero la realidad es que los medios obtenidos de ese ahorro, apenas se reinvierten en la corrección de desigualdades.

Podría escribir demasiadas líneas sobre la sanidad o la educación. Pero la realidad es que el servicio público en su conjunto, que por definición, debe proteger y salvaguardar las oportunidades de los más humildes (lo siento, me jode sobremanera asumir la pobreza y además ceñirme a los desamparados, a los de la calle, cuando se está machacando a clases empobrecidas, bajas y medias). 

Y ante eso, como justificación, aparecen expresiones de desdén en los adalides de la austeridad, como el regalo a aquellos que no se lo ganan, el café gratis (expresión de aquel que resulta que tenía una tarjeta negra...), fábrica de vagos, etc.

Tengo miedo. A veces me pongo a recordar esas películas futuristas, como Juez Dredd que muestran las ciudades como guetos amurallados, que expulsan los desfavorecidos fuera de esos muros. Reductos de riqueza selectos. Tal vez... no, seguro. La valla de Ceuta y Melilla y las expulsiones en caliente... África.

Nuestra sociedad se ha forjado de una manera. Con mayor o menor suerte, ha atajado ciertos problemas, nos queda mucho por andar y por investigar y por pulir. Frente a eso hoy se propone la amortización, la voladura, la destrucción de ese sistema, el del bienestar y a toda prisa. Como si fuera el causante de todo lo que se nos desvela y lo que es peor, como si fuera esa demolición, por si sola, el antídoto contra esa corrupción.

Y yo pienso, que eso es andar hacia atrás... que nos olvidamos de conseguir que lleguen arriba todos los puedan... Lo sustituimos por una vaga idea de eficiencia total, que sabe Dios cuando llegará. Y lo que me ofrece más dudas, para quién.

De momento para acabar con la desigualdad muros más altos, sanidad y educación más caras y más obstáculos en el acceso a los derechos. Y lo peor, ninguna capacidad aparente en los que gobiernan para escuchar al desfavorecido.

En fin, un tema aparente muy genérico, que me temo es demasiado concreto.

Un abrazo

Jesús (a.k.a. Abu)